miércoles, 24 de septiembre de 2008

R. Otano: de sacerdote a columnista

Hablar con Rafael Otano es como inmiscuirse en una onda especial y un tanto utópica que intenta explicar la fórmula perfecta para lograr una columna de opinión casi magistral. Los años de experiencia, primero como cuasi sacerdote y luego como profesor de un grupo de alumnos que pertenecían a ETA, le han hecho mirar con distancia cómo es que la pluma de distintas culturas se diferencia a tal punto de alagar algunas y criticar con fuerza otras.

Admirado por el humor y la ironía con que los columnistas ingleses relatan hechos que en Chile se tratan con una sobriedad pocas veces justificable, Otano aboga por un cambio en la forma casi inconsciente de los analistas chilenos de escribir sus textos. La falta de apertura y liviandad para referirse a los grupos de poder y el Estado, según el escritor, es un fiel reflejo de la importancia que se le da más al reconocimiento que al convencimiento de haber elaborado una buena columna de opinión. Es el caso de Patricio Navia y Fernando Villegas que aparentando ser leones en el círculo de los medios, no son más que personas que se contentan con un saludo por parte de sus colegas y de la fuente que se encarga de publicar sus trabajos. Es la opinión de Otano, la cual sin embargo, no deja de tener sentido. “La mirada propia es la clave para ser un buen columnista”, dice.

Un hombre que ha viajado como nadie y vivido experiencias tan intensas, se ha formado una visión de mundo que vale la pena conocer.

Proveniente de Pamplona llegó a Chile ejerciendo su tercer año de sacerdocio. Entonces tenía 29 años y se desempeñaba como profesor del colegio Hispanoamericano. Luego de cinco años decidió dejar los votos, no por razones amorosas sino por un quiebre con la institución en que estaba. Su tendencia ideológica simplemente no lo convencía. Corría el año 1968, cuando Chile vivía un fervor allendista nunca antes visto. Y él fue testigo de eso. No tenía ningún peso y se las arreglaba para vivir en una pensión en donde se hizo muy amigo de las dueñas alemanas. Se autodenomina de izquierda pero aún así jamás militó en algún partido político, a pesar que el dogmatismo de Allende le inspiraba mucho respeto y admiración. En 1976 trabajó como docente en la U.Católica hasta que un día Hernán Larraín, presidente de la Feuc de esa época, lo echó. Después lo llamaron de la U. de Chile de donde también lo despidieron. Fundó la revista Apsi y fue su editor hasta 1995, año en que cerró. Sin encontrar mucha suerte en nuestro país, volvió a España para dirigir un Centro Cívico que lo hizo crecer como escritor. Luego de algunos años, el cariño que había sembrado en Chile lo hizo regresar convirtiéndose en un destacado columnista de medios como La Tercera, La Nación, El Mostrador, entre otros.


Catalina Lara S.M

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