lunes, 25 de agosto de 2008

Gobernar en Chile: ¿Administrar o transformar?


Publicado por Sebastián el 22 de Agosto de 2007 en la sección Columnas delaRepublica


Voy a partir concediendo un punto, no sin un dejo de amargura: Este gobierno no está siendo lo que esperaba. Los límites auotimpuestos por el partido transversal de la Concertación -ese conjunto de creencias timoratas y asustadizas que Pancho acertó en bautizar “extremismo de centro”- han sido una pesada carga en el gobierno de Michelle Bachelet.

No pretendo competir por ser “el mejor columnista” de la semana política, ni arrogarme la ilustración de un saber experto que no poseo en los dominios donde las cosas podrían haberse hecho mejor. Pero, que la cosa no va como esperaba, no va. Y eso es un sentir propio, que he compartido y que -al parecer- es colectivo y ciudadano.


Sólo dos intuiciones al respecto. Uno, la Presidenta gobierna de cara a los “miedos de comunicación masiva” inspirada por consejos provenientes de una, a mi juicio, anticuada forma de entender la comunicación política entre dirigencia y base, entre poder y ciudadanía. Dos, las expectativas que pusimos en Michelle candidata suponían un “aggiornamiento” del conglomerado político que la respalda que no aconteció y dudo que acontezca en el corto plazo. (Conste que aún no leo el mentado “Desalojo”)


Sobre la primera, un par de comentarios. Gestionar por “cartillazos”, retos y públicas desautorizaciones a cualquier equipo es un error y una niñería, que revela una ignorancia supina en comunicación política. “Aislar a la Reina” por lo que hacen o no hacen los peones es esconder la mano de quien realmente gobierna y a quien eligió el pueblo. La ciudadanía no eligió a los Velascos, ni a Espejo ni a Viera-Gallo. El pueblo eligió a Michelle para que fuera la primera Presidenta de Chile, y en eso ella y su equipo están al debe.


Esa manera de gestión, además, entrega argumentos fáciles y de alto impacto a la oposición y a la campaña de abierto descrédito de los grandes medios de comunicación del país, obcecados en hacer del gobierno y de sus errores el tema de cada semana. Sé que la prensa es tendenciosa aquí y en la quebrada del ají, y no tan solo como producto del interés creado, sino por que las personas, que no son robots, sienten y creen. Desde ahí, hacen prensa, gestión, política o lo que sea.


Pero es impresentable, para cualquier sociedad que se llame democrática, el tono y el nivel de la prensa respecto del gobierno. La autoridad pública, legitimada por la soberanía del voto popular, es ninguneada de manera pocas veces vista en esta democracia por los medios de comunicación. No seamos ingenuos. La legitimidad de un diario o de un canal sabemos que no pasa por sus lectores, ni suscriptores, ni menos por los ciudadanos. Pasa por el interés de dueños y avisadores para setear y confgurar la agenda de una comunidad determinada.


Pero lo más preocupante, a mi juicio, es lo segundo: La incapacidad de la clase política de entender la sociedad que gobierna -en el caso de la Concertación- o que pretende gobernar - en el caso de la Alianza-. La ‘borrachera neoliberal’ en la conducción de la economía, la tecnocracia en la gestión de proyectos socialmente inconsultos y la falta de visión estratégica de lo que quiere ser este país es impresentable en el siglo XXI. No califica.


Volver la política de cara a la sociedad no es administrarla, es transformarla y para ello se requiere voluntad de poder, de acción y, por sobre todo, antenas para entender lo que pasa en la vida cotidiana de las personas, sus subjetividades. Como nos enseñó Lechner, ser capaces de escuchar “los murmullos y silencios de la calle”.


Creo que para las funciones que la política debiera cumplir entre nosotros 4 años de gobierno no alcanzan. El hecho de que sea así revela que TODA la clase política quiere administrar –vía mando y control, pan y circo- a la sociedad, no transformarla, de ahí lo poco que se la valora.