lunes, 13 de octubre de 2008

¿Crisis de unos pocos o de todos?



El acuerdo firmado el domingo pasado por los 15 gigantes de la eurozona comenzó a dar sus primeros frutos este lunes, en un escenario en que no se veía para nada auspicioso en el corto plazo. El último repunte en el indicador de las bolsas de España y Londres significó un respiro para las empresas e inversionistas que cuentan con acciones en ese continente. Aunque cada vez que el mundo enfrenta una crisis de esta envergadura damos por hecho que todos tenemos que cargar con las consecuencias -por un asunto de reglas del mercado- lo cierto es que este tipo de baches financieros afectan nuestros bolsillos sólo cuando a las empresas les conviene. Ya es clásico el análisis que señala que cuando el sistema financiero se encuentra estable, las empresas son las únicas que perciben dicha bonanza, llenando sus bolsillos y haciendo del efecto chorreo -en el que la gente de clase media y baja se llena a medias los bolsillos, una vez que las empresas ya han repletado los suyos- una constante. Pero cuando el problema afecta a las bolsas mundiales -influyendo directamente en el precio de transacción de gran parte de los bienes primarios- quienes se ven afectados derechamente son los consumidores y usuarios, los que ven sus impuestos elevados para llenar los vacíos generados por el alza de la divisa, entre otros. Parece injusto que paguemos “justos por pecadores”.
Visto desde otro punto de vista, las empresas son las que dan trabajo a miles de personas, las que les permiten tener una relativa estabilidad durante períodos de tiempos que oscilan entre los diez y 20 años (antes de la llegada de una nueva crisis), las que les permiten a sus empleados acceder a salud, a una jubilación digna, a un estándar de vida al que quienes no tiene trabajo no podrían hacerlo. Pero ¿Es justo que en estas situaciones de declive económico todos “paguemos el pato”? Todo lo anterior puede ser muy cierto, pero no cabe duda de que las arcas de estas enormes empresas alcanzan a juntar grandes caudales de dinero entre una crisis mundial y otra, ganancias muy superiores a las pérdidas que hoy perciben. No por nada se habla de “guardar para las vacas flacas”, que es lo que incluso permitirá a nuestro país –gracias al ahorro de las ganancias generadas por el cobre realizado durante el gobierno de Lagos- salir delante de una forma menos cruda, tal vez, que cuando se dio la Crisis Asiática en 1997.
Esperemos que los efectos de esta crisis no afecten en demasía a los bolsillos de los trabajadores como sí lo ha hecho en otras ocasiones, de modo que el impacto en el poder adquisitivo y en el consumo como consecuencia, no empeore la calidad de vida de quienes –queramos o no- dependemos del sistema financiero mundial.


Por Magdalena Frías

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