lunes, 24 de noviembre de 2008

Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997) David Foster Wallace

A través de este libro, David Foster Wallace da vida a una de las historias más irreverentes e irónicas del periodismo literario norteamericano de fines del siglo XX.
A simple vista, el lector podría confundirse con una historia de ficción, sin embargo, la manera en cómo los hechos reales están traspasados al papel, hacen que el trabajo periodístico se convierta en arte. La razón es simple. Todos los acontecimientos pasan por la retina del autor. La realidad que explica, es constantemente tergiversada por su imaginación, e intensifica los sucesos a través de un lenguaje potente y directo, todo observado desde su propia perspectiva; un ojo pesimista y oscuro, que retrata la decadencia de la sociedad norteamericana.
La historia transcurre en un crucero all inclusive, en aquellos lujosos barcos donde millones de gringos se divierten con entretenciones prediseñadas como concursos, bailes, shows y gimnasias entretenidas. Para Wallace, - quien también está a bordo del crucero- todo significa una maqueta, repleto de “cabezas huecas” que se emborrachan, bailan, se broncean y disfrutan de comidas elegantes para olvidar su trabajo y el mundo real.
Para una persona común y corriente, un crucero de este tipo podría ser el destino de sus sueños. Pero para Wallace, significa una pesadilla donde el principal protagonista es él; le es imposible soportar el orden impecable y la perfecta funcionalidad del crucero, los rostros embobados que ruegan por más bebidas o la decoración impersonal que inunda cada rincón.
Este trabajo de investigación, retrata a cabalidad las costumbres que tienen los norteamericanos para disfrutar su tiempo libre. Sin embargo, no hay nada profundo que se quiera descubrir; no hay asesinos, ni robos, ni tráfico de armas. Lo único que se quiere comprobar, es la tesis personal de Wallace: una atormentada y pesimista visión sobre la sociedad que lo rodea, tapada por lo absurdo y manchada por su propia estupidez.
De alguna forma, su tesis es sólo una parte de su visión completa de la vida. Su pluma retrata su perturbado corazón, que terminó por aniquilarlo en septiembre de este año. David Foster Wallace se suicidó, para finalizar también con sus increíbles historias, plagadas de vida sucia y horizontes desesperanzadores.

Manuela Ovalle

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