Fue hace 25 años que Augusto Pinochet cambió el rumbo y la historia de este país. Con extrema violencia y pasando por encima de gente que le había dado su confianza, logró tomar el poder sin ninguna clase de compasión por aquellos que estaban en su contra. Matando y violando los derechos naturales de muchos insurrectos pero también de muchos inocentes quienes tuvieron que pagar con su sangre errores o pensamientos de cercanos.
Chile debe aprender de si historia y no olvidarse de lo que hemos vivido como país. Que tanta sangre derramada no haya sido en vano, sino por un causa noble, por un país mejor, que crece aprendiendo de los errores y fortaleciendo sus aspectos positivos.
Hace 18 años somos nuevamente un país democrático. Cuatro gobiernos de la Concertación han intentado desarrollar el país y hacerlo más próspero y justo para sus habitante. Pero aún están en deuda con el pueblo chileno, que no ha dejado de sufrir desde aquel 11 de septiembre de 1973. Ayer por la fuerza desmedida que soportaron y hoy por las injusticias y inequidad abismantes que separan a los chilenos. La muerte de Pinochet debe significar un cambio radical en las mentes, que deben de una vez dejar el resentimiento a un lado y comenzar a trabajar por un Chile más justo y con igualdad de oportunidades.
Francesca Bonino
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